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miércoles, 30 de diciembre de 2009

VÍSPERA DE NOCHE VIEJA, BUCEANDO. UNA CORVINA PERRO AL FINAL DE LA JORNADA


Los temporales de levante continuaban azotando la costa. En las orillas que bordean el Mar Menor, las olas encrestadas, pequeñas pero continuas, salpicaban de rociones. Al otro lado en el mar mayor, la mar se hallaba planchada. Solo a lo lejos, muy a lo lejos, se divisaban algunas crestas de espuma.

Un viento huracanado con rachas de mas de 60 kilómetros a la hora, le habían hecho desistir de meterse a bucear aquel día. Pero, no estaba muy convencido de quedarse en tierra aquel día víspera de Noche Vieja. Salió de su casa y se encaminó hasta la orilla de la playa del mar mayor, o Mediterráneo. Se dio cuenta que la mar estaba muy buena, solo el viento era el único obstáculo. Pero era un obstáculo que dentro del agua pasaría desapercibido.

No lo pensó mucho. Eran casi las trece horas y el sol se ponía a las dieciocho. Si quería bucear tenía que darse prisa. Cogió sus bártulos, es decir todo su equipo y aparcó el coche cerca de la playa. Se cambió poniéndose el traje de neopreno de 7 mm para no tener frio. El agua, no obstante, no estaba muy fría, solo a 15 grados centígrados. Podría estar buceando cinco horas antes de ponerse el sol. Y no necesitaba alejarse mucho de la costa, con lo que el viento y el oleaje que aquel levantaba no sería de gran intensidad, pues la propia costa le serviría de abrigo.

Estuvo bajando a un fondo que oscilaba entre 8 y 6 metros. Con lo cual se sentía relajado, después de haber estado el día anterior buceando en mas de diez metros. Además, después de haber buceado los días anteriores, sus pulmones estaban mas elásticos, y sentía que le costaba menos ventilar para hacer las apneas.

Pero después de bajar cien veces, a cada una de las rocas en las que podría haber una grieta, no

vio ningún pez.

Ya faltaba un cuarto de hora para que el sol se pusiese, cuando decidió bajar a una gran roca, iluminando la grieta de la cueva con su linterna submarina de foco leed. Miró por un lado y luego por otro. Entonces divisó una corvina grande, de las denominadas perro por los pescadores submarinos. Como un rayo, alineó su fusil hacía el lomo de la corvina perro, justo detrás de los ojos, donde se hallaba el cerebro. El gatillo pulsado por su dedo índice, hizo que el arpón saliese disparado clavándose en el cerebro del pez que quedó atravesado. Tiró del arpón para sacar al pescado de la grieta, pero aquel no salía, se había quedado enrocado. Entonces fue hacía su boya en la que llevaba varios utensilios, entre los que se encontraba un gancho saca arpones y sacameros, de más de un metro de largo. Bajó a la cueva, con el gancho saca arpones, y enfocando con su linterna enganchó la parte trasera del arpón con la uña extractora, tirando. Hasta que el arpón cedió y salió con la corvina enganchada. La remató con su cuchillo que llevaba en la parte interna de su pantorrilla. Colgó la corvina en el aro portapeces que también llevaba en la boya. Cargó de nuevo el fusil. Y buscó el punto a donde tendría que regresar. Buscó la línea recta que era la mas corta. Y comenzó sin cesar a darle caña a sus largas aletas, sin tregua. Llevaba la corriente y el viento de bolina, es decir de costado y por la parte de atrás. Ello hizo que solo tardase un cuarto de hora en regresar hasta donde había aparcado su coche. Le quitó las vísceras a la corvina con su cuchillo y la enjuagó en el agua de la mar. Salió del agua, se cambió y quitó el traje de neopreno. Guardó su equipo y se encaminó a su casa.

Al llegar, guardó la corvina en el congelador, después de haberla pesado. Pesaba en canal, sin tripas, un kilo. Pensó que era una buena corvina perro. Poca cantidad de pescado, pero de calidad.

Después de ducharse, se comió una de las corvinas que había pescado el día anterior.

Aquel había sido el último día del año que pasaba buceando. Los próximos días que pudiera bucear, serían ya del año nuevo.


jueves, 24 de diciembre de 2009

DÍA DE NOCHEBUENA












Era su segundo día de vacaciones. El temporal de fuerte viento y lluvia no remetía, sino que aumentaba, por ello tampoco podría bucear.
Pensaba hacer compras para tener la despensa llena los días de vacaciones. Necesitaba yogour líquido, bebida que constituía su desayuno y su cena. También necesitaba comida para sus peces de estanque.
Se estaba preparando para ir al supermercado de Cabo Palos, cuando recibió una llamada de la nueva compañía de adsl y de teléfono, le indicaban que tenían un regalo consistente en una TDT. Pero les dijo que hasta el día 12 no terminaba sus vacaciones. Así que tendrían que esperar para entregarle el regalo. No había problema le dijeron.
Pero cuando ya estaba llegando a Cabo de Palos, en vez de desviarse para ir al supermercado, cambió el rumbo y se encaminó a Cartagena. Tenía que hacer varias gestiones, y era el día propicio, pues no podía bucear. Cobraría la pedrea de la lotería, haría una transferencia bancaria sin transferencia para que no le chuleasen su dinero un día los bancos. Es decir, lo sacaría por el cajero de un banco y lo ingresaría por la oficina del otro banco. Así podría disponer del dinero el mismo día. Recogería el premio de la TDT obsequio de la nueva compañía telefónica. Esta ya le había regalado el router wiffi, además de un teléfono y un usb, por si quería utilizar su pc portátil desde cualquier punto fuera de su domicilio, pagando solo 2,90 euros por día de conexión a Internet. Por supuesto que no lo iba a utilizar, pero lo que daba aquella compañía telefónica, no lo daba la timofónica con la que llevaba casado ya cuatro años. Ya era hora de divorciarse de la malvada timofónica. Igual que se divorció el año pasado de la malvada caja de ahorros que le chuleaba su dinero indecentemente. También este año, rebajó su cuota del seguro de su coche en 100 euros, y otros 30 euros se iba a ahorrar por cambiar de cochera para su barco, de 90 euros pagados religiosamente cada mes durante tres años y medio, para gozar de una miserable cochera con goteras que estropeaban el motor de su barca, pasaba ahora a una cochera mejor, sin goteras y además 30 euros mas económica. Todo para él era una lucha incansable para eliminar de su alrededor elementos perniciosos, nocivos y abusadores. Lo estaba consiguiendo poco a poco. Con tesón, paciencia y mucha fuerza de voluntad, iba cortando lianas de gente sin escrúpulos y compañias mercantiles cuyas actuaciones rayaban la estafa y el engaño.
Cuando llegó, puso en el microondas una docena de gambas que previamente había descongelado, les echó por encima un chorro de limón, les partió unos ajos y dos guindillas, y les roció con un poco de aceite virgen de oliva. Las metió en el microondas cuatro minutos, y comenzó a comer sus gambas a la plancha hechas en el microondas. Hizo otro tanto con el plato de los mejillones, que durante cinco minutos de microondas se convirtieron en mejillones al vapor listos para ser comidos con un poco de limón. Una cerveza y un vaso de vino fino, acompañaron a su espartana pero cualitativa comida de mediodía. Dos kiwis fueron su fruta. Y para rematar se tomó dos cordiales hechos por su amiga Angy que era una buena confitera y cocinera. Una copa de brandy de Jerez junto con el tabaco de su pipa, le hicieron penetrar en la siesta.
Le despertó la compañía de teléfonos, querían confirmar los datos de la cuenta bancaria. Pero les dijo que pasaría por la oficina, que por teléfono no daba datos que ya había facilitado en la oficina, que no se fiaba de quien le llamaba. Pensó que menudas estafadoras son las compañías como para fiarse de alguien que te pide datos de tu cuenta por teléfono en nombre de la compañía telefónica.
Se levantó, se tomó su te rojo y verde, le echó de comer a sus peces en el estanque y se marchó de paseo durante una hora. Cuando volvió del paseo, se tomó unos frutos secos y un vaso de yogour líquido. Esa había sido su cena de nochebuena.
Sonó su teléfono móvil. Un mensaje de sus hijas deseándole feliz noche había quedado grabado. Les contestó deseándoles lo mismo.
Así había sido su día de nochebuena.




miércoles, 23 de diciembre de 2009

EL CANGREJO DEL PASEO





La fuerte borrasca de lebeche le impidió salir de pesca submarina. Así que pasó todo el día metido en su pequeño apartamento. Debería haberle limpiado el estanque a sus peces, pero no tenía gana. Estaba de mal humor debido al mal tiempo que le impedía bucear. Al anochecer salió muy abrigado con gorro de lana, guantes y bufanda, a dar un paseo de una hora para bajar un poco el colesterol.
Ya volvía de pasear por los pocos trayectos que había junto a la mar, cuando divisó algo en el suelo que le hizo pararse para observarlo detenidamente. Se trataba de un cangrejo de mar que andaba por el paseo de losas, muy lejos del agua de la mar, la cual quedaba distanciada unos cincuenta metros. Pensó que aquel cangrejo era una especie de anfibio que podría, tal vez, vivir en su estanque de agua dulce con sus peces, a pesar de ser un cangrejo de mar. Pero, tal vez por la ley de Darwin, aquel cangrejo pudiese adaptarse al tipo de agua de su estanque y vivir, en sintonía, paz y armonía, junto a los peces, comiendo los detritus que aquellos expulsaban a las aguas del estanque. Y tal vez de esta forma, con la ayuda de aquel cangrejo se evitaría tener que hacer una limpieza en profundidad del estanque cada diez días.
Siguió andando dejando al cangrejo allí. Pero, lo pensó mejor, volvió sobre sus pasos y buscó de nuevo al cangrejo. Estaba lejos, pero le encontró. Con la ayuda de un trozo de caña, arrojado por los temporales de la mar al paseo, introdujo al cangrejo, que se resistía, dentro de su gorro de lana, para después taparle la boca para que no escapase el cangrejo.
Continuó andando de vuelta a su casa. Pero otro objeto mas grande le paró en seco. Se hallaba también en el suelo y se trataba de otro cangrejo sobre las frías losas del paseo. Este cangrejo era de mayor tamaño que el que llevaba dentro del gorro de lana. Pensó que una pareja de cangrejos, si lograban aclimatarse a su estanque podrían tener descendencia en cautividad. Y tal vez pudiera formar en su pequeño estanque una colonia de cangrejos de agua dulce, pero con la fisionomía del cangrejo de mar. Bueno, ¿quien sabe?, igual con el tiempo aquellos cangrejos se convertirían en centollos o centollas, que harían buenas paellas de marisco para chuparse los dedos. Así que metió al cangrejo en su gorro de lana, junto al otro cangrejo. Tapó la boca del gorro y se marchó a casa.
Cuando llegó, metió los dos cangrejos en su estanque de agua dulce. Y vio como los cangrejos iniciaban una huida adentrándose en las cuevas del estanque.
Esperaba que sus peces y los dos cangrejos viviesen en paz, sin peleas y sin agresiones, compartíendo todo lo que del pequeño estanque se pudiese extraer, algas, desperdicios, comida, etc.

domingo, 29 de noviembre de 2009

CINCUENTA Y CINCO ANIVERSARIO.






Desde aquel 24 de noviembre en que su madre le trajo al mundo, ya habían pasado cincuenta y cinco veranos con sus respectivos inviernos, primaveras y otoños.
El día fue normal. La jornada laboral normal. Todo iba normal hasta primeras horas de la noche. Pocas personas le habían felicitado. Tan solo una. Pero, hasta ahí, de momento la cosa era normal, pues nadie sabía que había cumplido 55 años, salvo determinadas personas, con las que ni se hablaba, ni las veía desde hacía cuatro años.
Fue leyendo la prensa aquella noche, cuando se fijó en una de las fotos que acompañaban a la noticia que había acontecido el día anterior. Miró la foto, una y mil veces. No había dudas, aquella estampa le era conocida, recordaba que hace cuatro años aquella chica de la imagen practicamente era igual. Parecía como si el tiempo se hubiese detenido. Sin embargo habían pasado muchas cosas en cuatro años. Pero no había llegado aún su momento. El momento en que las cosas fuesen como debían ser. Sin engaños, sin mentiras, sin vendas en los ojos. Para él, las cosas seguían como hace cuatro años. Ni siquiera se había movido un dedo para que cambiasen. Pero, aquella chica de la imagen, era la primera ficha que debería ser movida. Él estaba esperando a que la chica comenzase a trabajar antes de mover sus propias fichas. Parece ser que el camino se hallaba cerca ya. Por fin, comenzaría a recorrerlo, a despejar la verdad. La verdad que nunca debería haber sido enterrada. Enterrada para nada. La otra parte, además de hacer mucho daño a varias personas, no había conseguido ningún beneficio para ella enterrando la verdad. La verdad se conocería pronto. Pero antes debía moverse la primera ficha, la chica de la imagen del periódico que casualmente descubrió leyendo la prensa el día de su cumpleaños.
Guardó el periódico, archivó la noticia de la prensa on-line, como si de un regalo de cumpleaños se tratase. En su próximo cumpleaños, ya habría movido ficha él.

lunes, 9 de noviembre de 2009

EL RETARDO MALICIOSO DE LA CURACIÓN POR PARTE DE LOS AGENTES DE UNA ALVEOLITIS SECA




Habían pasado siete días desde la exodoncia del tercer y último molar. Él había pensado que al día siguiente se encontraría ya bien, cuando su muela estuviese separada de su maxilar inferior. Pero, por desgracia para él, no todo iba a suceder como pensaba. Esta vez tampoco lograría la paz normal a todo hijo de vecino cuando erradica la causa del mal. En esta ocasión el mal del remedio reemplazó a la raíz del propio mal originario. El famoso dicho de que el remedio es peor que la enfermedad.
La muela causante de dos meses de suplicios y terribles dolores continuados, día a día, ya no estaba con él. Pero, como si fuese una maldición de la propia muela, que aquel día se resistía a dejarse extraer, ahora el dolor continuaba por culpa de una alveolitis seca, por falta de coagulo cicatrizante, probablemente debido a la falta de riego sanguíneo y a su elevada hipertensión, o, tal vez, debido al veneno vasoconstrictor de la propia anestesia local utilizada en la extracción del molar. Sea como fuere, llevaba otra semana añadida de analgésicos y antiinflamatorios, añadida a las dieciséis semanas anteriores. Semanas en los que el efecto calmante de los antidolorosos apenas si se notaba dos o tres horas, mientras el resto del tiempo hasta la siguiente toma, cinco o seis horas, los pasaba rabiando de dolor insoportable y agudo.
El dolor irradiaba la garganta, toda la mandíbula y la articulación de la propia mandíbula. La noche anterior, no pudo apoyar su cara contra la almohada. Por si ello fuese poco, los estragos de los antiinflamatorios o los diablos envenenados difíciles de identificar habían hecho acto de presencia aquella noche, jodiéndole el estómago. Una terrible sensación de ganas de vomitar y dolor mandibular, le impidieron conciliar el sueño. Al día siguiente, acudió a la consulta del estomatólogo, el diagnóstico era implacable, necesitaba mas días para que aquel dolor desapareciese. Tal vez otra semana mas. El hueso de su maxilar inferior al descubierto tardaría días en ser cubierto y engullido por el tejido de la propia encía. El pozo sin fondo que se hallaba cubierto de tejido necrosado y purulento, fétido y maloliente, tardaría más días produciendo ese terrible dolor, mientras no cicatrizase. Los malditos analgésicos y antiinflamatorios, debería seguir tomándolos varios días mas, a pesar de sus cortos efectos benéficos casi desapercibidos y los estragos perniciosos que evidentemente se estaban instalando ya en su organismo.
Todo parecía que iba a acabar, pero probablemente se encontraba en el ecuador de sus sufrimientos. Estos aún no habían llegado a su fin. Los agentes patológicos de la alveolitis seca y el hueso mandibular al descubierto en contacto con todos los agentes irritantes existentes en la boca, imponían su dictadura del dolor insoportable. Habría que esperar mas días. La curación estaba por llegar.

lunes, 2 de noviembre de 2009

LA COMPAÑERA. ALGO MENOS PARA ENTERRAR. SE MARCHARON LAS DOS AL MISMO LUGAR.




La terrible noche de Halloween, no fue tan terrible. La droga adolonta, le dejó dormir la primera noche, aunque la siguiente solo lo hizo hasta las cinco de la madrugada. El dolor insoportable comenzó. Se levantó, pero no tomó analgésico alguno. Pues a las 10 de la mañana tenía cita en urgencias de la clínica odontológica y no quería mitigar para nada aquel dolor, para que el doctor pudiese averiguar la causa del mismo. Pero el dolor era traicionero, pues de la misma forma que le hizo madrugar intempestivamente y a deshora, luego, mas tarde, sin analgésicos, fue un dolor mitigado. Tal vez mitigado por el propio dolor. Tal vez el propio dolor tenga efectos anestésicos. Sea como fuere, en la clínica odontológica no solucionaron su problema. Le explicó el doctor que la muela habría que endodonciarla, es decir, matarle el nervio y después empastarla. Pero él pensó que todo ese embrollo para una maldita muela que había estado a punto de arruinarle tres meses con un dolor insoportable, no se merecía ni un euro mas. La otra alternativa era su extracción. Y por esa se decantó. Pensó que el doctor se la extraería allí mismo ipso facto. Y que de esta forma allí quedarían finiquitados sus terribles males dolorosos. Pero no. El doctor le dijo que ese día no podía ser. Que tendría que pedir nueva cita y volver con una ortopantomografía o algo por el estilo. Se fue de allí compungido al darle cita para dentro de siete días para realizarle la extracción. No, aquello no podía continuar ni un día mas. Esa muela tendría que ser extraída aquel mismo día. Se hizo la ortopantomografía o como se llamase aquella imagen, de todos sus dientes a la vez estampados en un solo plano. Y se marchó en busca de su dentista, el que le había hecho aquel empaste tan endiablado, o aquel empaste inocente en aquella muela tan endiablada. Pero su dentista no tenía la consulta abierta. Esperó. Hasta que por fin, la chica de la consulta descolgó el teléfono y le dijo que si, que fuese aquella misma tarde. Así lo hizo. Le llevo la estampación de todos sus dientes en una sola radiografía a su dentista. Este, en principio examinó aquella semi calavera y pensó tal vez que, una extracción es mas complicada, mas trabajosa, y da menos beneficios que una endodoncia y luego un nuevo empaste. Por lo que le dijo que a él no le gustaba extraer una muela sana. El doctor golpeó la terrible muela maldita con un objeto de metal. Pero la muy asesina de la muela no se daba por aludida. Ahora no le dolía. Pero en llegando la noche, sería otra noche mas de terribles sufrimientos, después de veintitantas con dolor. Notó que el médico ya estaba pensando en la posibilidad de extraerla. Miró la muela del juicio que se encontraba impedida de poder salir, ya que la maldita otra muela causante de tantos dolores la estaba taponando. Sin pensarlo dos veces, el médico se remangó, le echó valor y dijo: "vamos a por ella ahora mismo" "te la voy a extraer". Al principio sintió alegría de ver a una enemiga separada de él y arrojada a la basura de donde ya no saldría. Aquella maldita muela, igual que su otra compañera de la mandíbula superior, que ya fue extraída se merecía el mismo final. Sin clemencia para con la muela, sintió que se iba a desprender de algo muy suyo. De algo que le había acompañado durante al menos cuarenta años desde que a los trece o catorce, emergiera de las encías. Pero ella ya no le acompañaría hasta la tumba, ella se quedaría allí, mientras él seguiría caminando sin ella. Caminando lentamente pero inexorablemente hacia su destino final, que no podría ser otro que acabar con su calavera algún día en uno de esos cementerios anónimos y olvidados por los vivos. Pero, aquella maldita muela, se reuniría con su maldita compañera, en aquel cubo de la basura de aquella clínica de estomatología. Su viaje había terminado. Ella no vería jamás un cementerio. Sus compañeras y el resto de sus huesos, salvo otras circunstancias sobrevenidas si que lo harían. Irían a parar todas juntas al cementerio. Y tal vez, por lo bien agarradas que estaban a las mandíbulas, pasado cien años, si se conservaba su esqueleto, ellas seguirían allí prendidas de su propia calavera. Eran patéticos sus pensamientos, pero era una etapa mas de su vida. Llegaría un día, tal vez, que las llamadas muelas del juicio, libres de obstáculos emergerían de sus encías. Pero aquellas compañeras de viaje, por haberle hecho sufrir tanto martirio, ya no estarían. Algo menos para enterrar, pensó. Las dos se marcharon al mismo lugar. Nunca mas se supo de ellas.
Pero la maldita muela, no se dejó de primer grado. La fuerza aplicada a su mandíbula inferior, hacía peligrar la unión de las dos quijadas. El dolor de la articulación de las mandíbulas crecía. Se llevó la mano para sujetárselas. Pues no quería acabar con las mandíbulas desencajadas o luxadas. Entonces, el médico estomatólogo se dio cuenta que aquella maldita muela no saldría sino era sacándola a trozos. Pues antes de que la muela se dejase extraer, le sacaría la mandíbula a aquel desgraciado cliente que había venido a hacerle trabajar aquella tarde con uno de las faenas mas desagradables de todo dentista. Al final tuvo que sacarla a trozos. Pero allí quedó destrozada, después de casi dos horas. En el cubo de la basura, aquella maldita muela no haría mas daño a nadie.

sábado, 31 de octubre de 2009

LA TERRIBLE NOCHE DE HALLOWEEN




Había pasado ya casi una hora desde que se había tomado el medicamento que le había recetado el médico, adolonta y enantyum. Pero un terrible dolor lacerante, como una quemazón, pinzante en el ganglio submaxilar derecho, le hacía presagiar una noche de perros, muy de perros, una noche terrorífica de dolor. No obstante, las quince o veinte noches anteriores también fueron infernales, pero el dolor era distinto, era un dolor molar, no un dolor de ganglios linfáticos como el que tenía ahora. Probablemente, la gangrena de los nervios de sus muelas mal empastadas, era la causa de ese terrible dolor, y tal vez de la infección que posiblemente tuviese también. A pesar de haberse tomado durante dos semanas antibióticos a gogó.
Pensó en su padre que murió de una infección por anaerobios, producida por un empaste molar mal hecho. Su padre, también vivía solo como él. Debió pasarlo terriblemente, con dolores tan espantosos, solo y sin tener alguien que le llevase al hospital. Pero su padre tuvo un amigo que, casualmente, vino a visitarle y le llevó a urgencias un día. De allí ya no salió vivo. En seis días había muerto. Los microbios anaerobios habían acabado con su precaria salud.
Es curioso, como una maldita muela. Algo tan pequeño y tan arraigado al hueso maxilar, pueda truncar una vida, sin dar tiempo a reponerse de la infección.
La noche de Hallowen iba a comenzar. Sería para él una noche terrible, o tal vez tuviese suerte y los medicamentos le hiciesen no sentir el dolor que hasta ahora le estaba quemando bajo la mandíbula inferior toda la garganta.
El año pasado, el día de todos los santos estuvo buceando y capturó un buen ejemplar de dentón. Este año, no solo llevaba más de tres semanas sin poder bucear por el maldito dolor de muelas. Sino que, además, llevaba casi veinte días sin poder dormir por las noches. Todas las noches anteriores fueron para él, noches de perros. Se levantaba para enjuagarse la boca con toda clase de pócimas: agua con sal, wisky, coca cola. Se colocaba un clavo. Se tomaba los antiinflamatorios y analgésicos. Pero las noches eran interminables de dolor insaciable. Al llegar la mañana, exhausto por el cansancio de lucha contra el dolor, se encontraba hecho un perro. La tensión le había subido. El colesterol también. A perro flaco todo eran pulgas.
Maldita muela. Se estaba vengando la muy cabrona. La noche de Hallowen amenazaba con ser una de las peores noches. Pues si durante todo el día, el dolor había hecho acto de aparición la mayor parte del tiempo. Y en los días anteriores, en las noches el dolor era mas fuerte, insoportablemente fuerte, que durante los días. Por una elemental regla de tres, él adivinaba que esta noche sería una noche de muertos vivientes. Sería la peor noche de Hallowen.
Ojalá que mañana fuese otro día en la que el dolor se hubiese marchado definitivamente, pensó a modo de consuelo. La esperanza nunca se pierde.

domingo, 25 de octubre de 2009

TEJIENDO EL PASADO. NADANDO EN EL PRESENTE. OTEANDO EL FUTURO.


Desde que se toma una decisión, esta tiene unos efectos. Sean estos evidentes o no. En ambos casos ya constituyen parte del pasado. Hay gente, no obstante, que no toma decisiones, se dejan arrastrar por la corriente y no nadan, ni se aferran a nada. Al final desaparecen arrastrados por una marea del tipo que sea, sin ni siquiera hacer lo que les apetece. Otros, no viven el presente, sino que piensan solo en el futuro. Y al igual que los que se dejan arrastrar por la corriente sin agarrarse a nada, cuando se dan cuenta ya tarde, sienten que no han vivido, solo han existido temiendo el futuro. Otros por contra, no piensan ni en el futuro, solo en el presente. Pero cuando el presente se acaba, también se dan cuenta de que se encuentra ya en el pasado, y tratan de evocar el pasado que un día fue presente para ellos.

Por todos esos problemas, no pienso dejarme arrastrar por nada. Solo lo haré por aquello que me convenza. Pensaré en el futuro como algo que es el mañana, pero intentaré mientras tanto vivir el presente, descansando cuando ya, aquel, se convierta en pasado. Pero, sin olvidar que el pasado nos enseña los errores cuando estos ya no tienen solución, a no ser que la vida sea una rutina y los hechos y circunstancias se repitan siempre en el transcurso de la misma.