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domingo, 29 de noviembre de 2009

CINCUENTA Y CINCO ANIVERSARIO.






Desde aquel 24 de noviembre en que su madre le trajo al mundo, ya habían pasado cincuenta y cinco veranos con sus respectivos inviernos, primaveras y otoños.
El día fue normal. La jornada laboral normal. Todo iba normal hasta primeras horas de la noche. Pocas personas le habían felicitado. Tan solo una. Pero, hasta ahí, de momento la cosa era normal, pues nadie sabía que había cumplido 55 años, salvo determinadas personas, con las que ni se hablaba, ni las veía desde hacía cuatro años.
Fue leyendo la prensa aquella noche, cuando se fijó en una de las fotos que acompañaban a la noticia que había acontecido el día anterior. Miró la foto, una y mil veces. No había dudas, aquella estampa le era conocida, recordaba que hace cuatro años aquella chica de la imagen practicamente era igual. Parecía como si el tiempo se hubiese detenido. Sin embargo habían pasado muchas cosas en cuatro años. Pero no había llegado aún su momento. El momento en que las cosas fuesen como debían ser. Sin engaños, sin mentiras, sin vendas en los ojos. Para él, las cosas seguían como hace cuatro años. Ni siquiera se había movido un dedo para que cambiasen. Pero, aquella chica de la imagen, era la primera ficha que debería ser movida. Él estaba esperando a que la chica comenzase a trabajar antes de mover sus propias fichas. Parece ser que el camino se hallaba cerca ya. Por fin, comenzaría a recorrerlo, a despejar la verdad. La verdad que nunca debería haber sido enterrada. Enterrada para nada. La otra parte, además de hacer mucho daño a varias personas, no había conseguido ningún beneficio para ella enterrando la verdad. La verdad se conocería pronto. Pero antes debía moverse la primera ficha, la chica de la imagen del periódico que casualmente descubrió leyendo la prensa el día de su cumpleaños.
Guardó el periódico, archivó la noticia de la prensa on-line, como si de un regalo de cumpleaños se tratase. En su próximo cumpleaños, ya habría movido ficha él.

lunes, 9 de noviembre de 2009

EL RETARDO MALICIOSO DE LA CURACIÓN POR PARTE DE LOS AGENTES DE UNA ALVEOLITIS SECA




Habían pasado siete días desde la exodoncia del tercer y último molar. Él había pensado que al día siguiente se encontraría ya bien, cuando su muela estuviese separada de su maxilar inferior. Pero, por desgracia para él, no todo iba a suceder como pensaba. Esta vez tampoco lograría la paz normal a todo hijo de vecino cuando erradica la causa del mal. En esta ocasión el mal del remedio reemplazó a la raíz del propio mal originario. El famoso dicho de que el remedio es peor que la enfermedad.
La muela causante de dos meses de suplicios y terribles dolores continuados, día a día, ya no estaba con él. Pero, como si fuese una maldición de la propia muela, que aquel día se resistía a dejarse extraer, ahora el dolor continuaba por culpa de una alveolitis seca, por falta de coagulo cicatrizante, probablemente debido a la falta de riego sanguíneo y a su elevada hipertensión, o, tal vez, debido al veneno vasoconstrictor de la propia anestesia local utilizada en la extracción del molar. Sea como fuere, llevaba otra semana añadida de analgésicos y antiinflamatorios, añadida a las dieciséis semanas anteriores. Semanas en los que el efecto calmante de los antidolorosos apenas si se notaba dos o tres horas, mientras el resto del tiempo hasta la siguiente toma, cinco o seis horas, los pasaba rabiando de dolor insoportable y agudo.
El dolor irradiaba la garganta, toda la mandíbula y la articulación de la propia mandíbula. La noche anterior, no pudo apoyar su cara contra la almohada. Por si ello fuese poco, los estragos de los antiinflamatorios o los diablos envenenados difíciles de identificar habían hecho acto de presencia aquella noche, jodiéndole el estómago. Una terrible sensación de ganas de vomitar y dolor mandibular, le impidieron conciliar el sueño. Al día siguiente, acudió a la consulta del estomatólogo, el diagnóstico era implacable, necesitaba mas días para que aquel dolor desapareciese. Tal vez otra semana mas. El hueso de su maxilar inferior al descubierto tardaría días en ser cubierto y engullido por el tejido de la propia encía. El pozo sin fondo que se hallaba cubierto de tejido necrosado y purulento, fétido y maloliente, tardaría más días produciendo ese terrible dolor, mientras no cicatrizase. Los malditos analgésicos y antiinflamatorios, debería seguir tomándolos varios días mas, a pesar de sus cortos efectos benéficos casi desapercibidos y los estragos perniciosos que evidentemente se estaban instalando ya en su organismo.
Todo parecía que iba a acabar, pero probablemente se encontraba en el ecuador de sus sufrimientos. Estos aún no habían llegado a su fin. Los agentes patológicos de la alveolitis seca y el hueso mandibular al descubierto en contacto con todos los agentes irritantes existentes en la boca, imponían su dictadura del dolor insoportable. Habría que esperar mas días. La curación estaba por llegar.

lunes, 2 de noviembre de 2009

LA COMPAÑERA. ALGO MENOS PARA ENTERRAR. SE MARCHARON LAS DOS AL MISMO LUGAR.




La terrible noche de Halloween, no fue tan terrible. La droga adolonta, le dejó dormir la primera noche, aunque la siguiente solo lo hizo hasta las cinco de la madrugada. El dolor insoportable comenzó. Se levantó, pero no tomó analgésico alguno. Pues a las 10 de la mañana tenía cita en urgencias de la clínica odontológica y no quería mitigar para nada aquel dolor, para que el doctor pudiese averiguar la causa del mismo. Pero el dolor era traicionero, pues de la misma forma que le hizo madrugar intempestivamente y a deshora, luego, mas tarde, sin analgésicos, fue un dolor mitigado. Tal vez mitigado por el propio dolor. Tal vez el propio dolor tenga efectos anestésicos. Sea como fuere, en la clínica odontológica no solucionaron su problema. Le explicó el doctor que la muela habría que endodonciarla, es decir, matarle el nervio y después empastarla. Pero él pensó que todo ese embrollo para una maldita muela que había estado a punto de arruinarle tres meses con un dolor insoportable, no se merecía ni un euro mas. La otra alternativa era su extracción. Y por esa se decantó. Pensó que el doctor se la extraería allí mismo ipso facto. Y que de esta forma allí quedarían finiquitados sus terribles males dolorosos. Pero no. El doctor le dijo que ese día no podía ser. Que tendría que pedir nueva cita y volver con una ortopantomografía o algo por el estilo. Se fue de allí compungido al darle cita para dentro de siete días para realizarle la extracción. No, aquello no podía continuar ni un día mas. Esa muela tendría que ser extraída aquel mismo día. Se hizo la ortopantomografía o como se llamase aquella imagen, de todos sus dientes a la vez estampados en un solo plano. Y se marchó en busca de su dentista, el que le había hecho aquel empaste tan endiablado, o aquel empaste inocente en aquella muela tan endiablada. Pero su dentista no tenía la consulta abierta. Esperó. Hasta que por fin, la chica de la consulta descolgó el teléfono y le dijo que si, que fuese aquella misma tarde. Así lo hizo. Le llevo la estampación de todos sus dientes en una sola radiografía a su dentista. Este, en principio examinó aquella semi calavera y pensó tal vez que, una extracción es mas complicada, mas trabajosa, y da menos beneficios que una endodoncia y luego un nuevo empaste. Por lo que le dijo que a él no le gustaba extraer una muela sana. El doctor golpeó la terrible muela maldita con un objeto de metal. Pero la muy asesina de la muela no se daba por aludida. Ahora no le dolía. Pero en llegando la noche, sería otra noche mas de terribles sufrimientos, después de veintitantas con dolor. Notó que el médico ya estaba pensando en la posibilidad de extraerla. Miró la muela del juicio que se encontraba impedida de poder salir, ya que la maldita otra muela causante de tantos dolores la estaba taponando. Sin pensarlo dos veces, el médico se remangó, le echó valor y dijo: "vamos a por ella ahora mismo" "te la voy a extraer". Al principio sintió alegría de ver a una enemiga separada de él y arrojada a la basura de donde ya no saldría. Aquella maldita muela, igual que su otra compañera de la mandíbula superior, que ya fue extraída se merecía el mismo final. Sin clemencia para con la muela, sintió que se iba a desprender de algo muy suyo. De algo que le había acompañado durante al menos cuarenta años desde que a los trece o catorce, emergiera de las encías. Pero ella ya no le acompañaría hasta la tumba, ella se quedaría allí, mientras él seguiría caminando sin ella. Caminando lentamente pero inexorablemente hacia su destino final, que no podría ser otro que acabar con su calavera algún día en uno de esos cementerios anónimos y olvidados por los vivos. Pero, aquella maldita muela, se reuniría con su maldita compañera, en aquel cubo de la basura de aquella clínica de estomatología. Su viaje había terminado. Ella no vería jamás un cementerio. Sus compañeras y el resto de sus huesos, salvo otras circunstancias sobrevenidas si que lo harían. Irían a parar todas juntas al cementerio. Y tal vez, por lo bien agarradas que estaban a las mandíbulas, pasado cien años, si se conservaba su esqueleto, ellas seguirían allí prendidas de su propia calavera. Eran patéticos sus pensamientos, pero era una etapa mas de su vida. Llegaría un día, tal vez, que las llamadas muelas del juicio, libres de obstáculos emergerían de sus encías. Pero aquellas compañeras de viaje, por haberle hecho sufrir tanto martirio, ya no estarían. Algo menos para enterrar, pensó. Las dos se marcharon al mismo lugar. Nunca mas se supo de ellas.
Pero la maldita muela, no se dejó de primer grado. La fuerza aplicada a su mandíbula inferior, hacía peligrar la unión de las dos quijadas. El dolor de la articulación de las mandíbulas crecía. Se llevó la mano para sujetárselas. Pues no quería acabar con las mandíbulas desencajadas o luxadas. Entonces, el médico estomatólogo se dio cuenta que aquella maldita muela no saldría sino era sacándola a trozos. Pues antes de que la muela se dejase extraer, le sacaría la mandíbula a aquel desgraciado cliente que había venido a hacerle trabajar aquella tarde con uno de las faenas mas desagradables de todo dentista. Al final tuvo que sacarla a trozos. Pero allí quedó destrozada, después de casi dos horas. En el cubo de la basura, aquella maldita muela no haría mas daño a nadie.