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miércoles, 30 de diciembre de 2009

VÍSPERA DE NOCHE VIEJA, BUCEANDO. UNA CORVINA PERRO AL FINAL DE LA JORNADA


Los temporales de levante continuaban azotando la costa. En las orillas que bordean el Mar Menor, las olas encrestadas, pequeñas pero continuas, salpicaban de rociones. Al otro lado en el mar mayor, la mar se hallaba planchada. Solo a lo lejos, muy a lo lejos, se divisaban algunas crestas de espuma.

Un viento huracanado con rachas de mas de 60 kilómetros a la hora, le habían hecho desistir de meterse a bucear aquel día. Pero, no estaba muy convencido de quedarse en tierra aquel día víspera de Noche Vieja. Salió de su casa y se encaminó hasta la orilla de la playa del mar mayor, o Mediterráneo. Se dio cuenta que la mar estaba muy buena, solo el viento era el único obstáculo. Pero era un obstáculo que dentro del agua pasaría desapercibido.

No lo pensó mucho. Eran casi las trece horas y el sol se ponía a las dieciocho. Si quería bucear tenía que darse prisa. Cogió sus bártulos, es decir todo su equipo y aparcó el coche cerca de la playa. Se cambió poniéndose el traje de neopreno de 7 mm para no tener frio. El agua, no obstante, no estaba muy fría, solo a 15 grados centígrados. Podría estar buceando cinco horas antes de ponerse el sol. Y no necesitaba alejarse mucho de la costa, con lo que el viento y el oleaje que aquel levantaba no sería de gran intensidad, pues la propia costa le serviría de abrigo.

Estuvo bajando a un fondo que oscilaba entre 8 y 6 metros. Con lo cual se sentía relajado, después de haber estado el día anterior buceando en mas de diez metros. Además, después de haber buceado los días anteriores, sus pulmones estaban mas elásticos, y sentía que le costaba menos ventilar para hacer las apneas.

Pero después de bajar cien veces, a cada una de las rocas en las que podría haber una grieta, no

vio ningún pez.

Ya faltaba un cuarto de hora para que el sol se pusiese, cuando decidió bajar a una gran roca, iluminando la grieta de la cueva con su linterna submarina de foco leed. Miró por un lado y luego por otro. Entonces divisó una corvina grande, de las denominadas perro por los pescadores submarinos. Como un rayo, alineó su fusil hacía el lomo de la corvina perro, justo detrás de los ojos, donde se hallaba el cerebro. El gatillo pulsado por su dedo índice, hizo que el arpón saliese disparado clavándose en el cerebro del pez que quedó atravesado. Tiró del arpón para sacar al pescado de la grieta, pero aquel no salía, se había quedado enrocado. Entonces fue hacía su boya en la que llevaba varios utensilios, entre los que se encontraba un gancho saca arpones y sacameros, de más de un metro de largo. Bajó a la cueva, con el gancho saca arpones, y enfocando con su linterna enganchó la parte trasera del arpón con la uña extractora, tirando. Hasta que el arpón cedió y salió con la corvina enganchada. La remató con su cuchillo que llevaba en la parte interna de su pantorrilla. Colgó la corvina en el aro portapeces que también llevaba en la boya. Cargó de nuevo el fusil. Y buscó el punto a donde tendría que regresar. Buscó la línea recta que era la mas corta. Y comenzó sin cesar a darle caña a sus largas aletas, sin tregua. Llevaba la corriente y el viento de bolina, es decir de costado y por la parte de atrás. Ello hizo que solo tardase un cuarto de hora en regresar hasta donde había aparcado su coche. Le quitó las vísceras a la corvina con su cuchillo y la enjuagó en el agua de la mar. Salió del agua, se cambió y quitó el traje de neopreno. Guardó su equipo y se encaminó a su casa.

Al llegar, guardó la corvina en el congelador, después de haberla pesado. Pesaba en canal, sin tripas, un kilo. Pensó que era una buena corvina perro. Poca cantidad de pescado, pero de calidad.

Después de ducharse, se comió una de las corvinas que había pescado el día anterior.

Aquel había sido el último día del año que pasaba buceando. Los próximos días que pudiera bucear, serían ya del año nuevo.


jueves, 24 de diciembre de 2009

DÍA DE NOCHEBUENA












Era su segundo día de vacaciones. El temporal de fuerte viento y lluvia no remetía, sino que aumentaba, por ello tampoco podría bucear.
Pensaba hacer compras para tener la despensa llena los días de vacaciones. Necesitaba yogour líquido, bebida que constituía su desayuno y su cena. También necesitaba comida para sus peces de estanque.
Se estaba preparando para ir al supermercado de Cabo Palos, cuando recibió una llamada de la nueva compañía de adsl y de teléfono, le indicaban que tenían un regalo consistente en una TDT. Pero les dijo que hasta el día 12 no terminaba sus vacaciones. Así que tendrían que esperar para entregarle el regalo. No había problema le dijeron.
Pero cuando ya estaba llegando a Cabo de Palos, en vez de desviarse para ir al supermercado, cambió el rumbo y se encaminó a Cartagena. Tenía que hacer varias gestiones, y era el día propicio, pues no podía bucear. Cobraría la pedrea de la lotería, haría una transferencia bancaria sin transferencia para que no le chuleasen su dinero un día los bancos. Es decir, lo sacaría por el cajero de un banco y lo ingresaría por la oficina del otro banco. Así podría disponer del dinero el mismo día. Recogería el premio de la TDT obsequio de la nueva compañía telefónica. Esta ya le había regalado el router wiffi, además de un teléfono y un usb, por si quería utilizar su pc portátil desde cualquier punto fuera de su domicilio, pagando solo 2,90 euros por día de conexión a Internet. Por supuesto que no lo iba a utilizar, pero lo que daba aquella compañía telefónica, no lo daba la timofónica con la que llevaba casado ya cuatro años. Ya era hora de divorciarse de la malvada timofónica. Igual que se divorció el año pasado de la malvada caja de ahorros que le chuleaba su dinero indecentemente. También este año, rebajó su cuota del seguro de su coche en 100 euros, y otros 30 euros se iba a ahorrar por cambiar de cochera para su barco, de 90 euros pagados religiosamente cada mes durante tres años y medio, para gozar de una miserable cochera con goteras que estropeaban el motor de su barca, pasaba ahora a una cochera mejor, sin goteras y además 30 euros mas económica. Todo para él era una lucha incansable para eliminar de su alrededor elementos perniciosos, nocivos y abusadores. Lo estaba consiguiendo poco a poco. Con tesón, paciencia y mucha fuerza de voluntad, iba cortando lianas de gente sin escrúpulos y compañias mercantiles cuyas actuaciones rayaban la estafa y el engaño.
Cuando llegó, puso en el microondas una docena de gambas que previamente había descongelado, les echó por encima un chorro de limón, les partió unos ajos y dos guindillas, y les roció con un poco de aceite virgen de oliva. Las metió en el microondas cuatro minutos, y comenzó a comer sus gambas a la plancha hechas en el microondas. Hizo otro tanto con el plato de los mejillones, que durante cinco minutos de microondas se convirtieron en mejillones al vapor listos para ser comidos con un poco de limón. Una cerveza y un vaso de vino fino, acompañaron a su espartana pero cualitativa comida de mediodía. Dos kiwis fueron su fruta. Y para rematar se tomó dos cordiales hechos por su amiga Angy que era una buena confitera y cocinera. Una copa de brandy de Jerez junto con el tabaco de su pipa, le hicieron penetrar en la siesta.
Le despertó la compañía de teléfonos, querían confirmar los datos de la cuenta bancaria. Pero les dijo que pasaría por la oficina, que por teléfono no daba datos que ya había facilitado en la oficina, que no se fiaba de quien le llamaba. Pensó que menudas estafadoras son las compañías como para fiarse de alguien que te pide datos de tu cuenta por teléfono en nombre de la compañía telefónica.
Se levantó, se tomó su te rojo y verde, le echó de comer a sus peces en el estanque y se marchó de paseo durante una hora. Cuando volvió del paseo, se tomó unos frutos secos y un vaso de yogour líquido. Esa había sido su cena de nochebuena.
Sonó su teléfono móvil. Un mensaje de sus hijas deseándole feliz noche había quedado grabado. Les contestó deseándoles lo mismo.
Así había sido su día de nochebuena.




miércoles, 23 de diciembre de 2009

EL CANGREJO DEL PASEO





La fuerte borrasca de lebeche le impidió salir de pesca submarina. Así que pasó todo el día metido en su pequeño apartamento. Debería haberle limpiado el estanque a sus peces, pero no tenía gana. Estaba de mal humor debido al mal tiempo que le impedía bucear. Al anochecer salió muy abrigado con gorro de lana, guantes y bufanda, a dar un paseo de una hora para bajar un poco el colesterol.
Ya volvía de pasear por los pocos trayectos que había junto a la mar, cuando divisó algo en el suelo que le hizo pararse para observarlo detenidamente. Se trataba de un cangrejo de mar que andaba por el paseo de losas, muy lejos del agua de la mar, la cual quedaba distanciada unos cincuenta metros. Pensó que aquel cangrejo era una especie de anfibio que podría, tal vez, vivir en su estanque de agua dulce con sus peces, a pesar de ser un cangrejo de mar. Pero, tal vez por la ley de Darwin, aquel cangrejo pudiese adaptarse al tipo de agua de su estanque y vivir, en sintonía, paz y armonía, junto a los peces, comiendo los detritus que aquellos expulsaban a las aguas del estanque. Y tal vez de esta forma, con la ayuda de aquel cangrejo se evitaría tener que hacer una limpieza en profundidad del estanque cada diez días.
Siguió andando dejando al cangrejo allí. Pero, lo pensó mejor, volvió sobre sus pasos y buscó de nuevo al cangrejo. Estaba lejos, pero le encontró. Con la ayuda de un trozo de caña, arrojado por los temporales de la mar al paseo, introdujo al cangrejo, que se resistía, dentro de su gorro de lana, para después taparle la boca para que no escapase el cangrejo.
Continuó andando de vuelta a su casa. Pero otro objeto mas grande le paró en seco. Se hallaba también en el suelo y se trataba de otro cangrejo sobre las frías losas del paseo. Este cangrejo era de mayor tamaño que el que llevaba dentro del gorro de lana. Pensó que una pareja de cangrejos, si lograban aclimatarse a su estanque podrían tener descendencia en cautividad. Y tal vez pudiera formar en su pequeño estanque una colonia de cangrejos de agua dulce, pero con la fisionomía del cangrejo de mar. Bueno, ¿quien sabe?, igual con el tiempo aquellos cangrejos se convertirían en centollos o centollas, que harían buenas paellas de marisco para chuparse los dedos. Así que metió al cangrejo en su gorro de lana, junto al otro cangrejo. Tapó la boca del gorro y se marchó a casa.
Cuando llegó, metió los dos cangrejos en su estanque de agua dulce. Y vio como los cangrejos iniciaban una huida adentrándose en las cuevas del estanque.
Esperaba que sus peces y los dos cangrejos viviesen en paz, sin peleas y sin agresiones, compartíendo todo lo que del pequeño estanque se pudiese extraer, algas, desperdicios, comida, etc.